Colores Rituales en Movimiento
Revista GP Numero 8 - Caracas15/9/2007 12:00:00 a. m.
Antes de comenzar la conversación, Jesús arregla su espacio, recoge los papeles que están de más sobre la mesa y se instala tranquilo sobre la silla. Habla de su vida como quien está acostumbrado a hacerlo. El ritmo metódico y relajado de su conversación sólo se altera cuando comenzamos a conversar sobre su obra; se nota que hay emoción de por medio: Jesús busca las palabras precisas, atropellándose un poco a veces, pero en un tono siempre ameno, el tono de quien tiene la oportunidad de hablar sobre lo que más le gusta de sí mismo.
Al graduarse de Diseñador Visual en el Instituto Prodiseño, Jesús no imaginaba que se dedicaría a la fotografía pero la vida, poco a poco, lo fue llevando hasta ella. Recién graduado y trabajando como Director de Arte en la página de Venevisión, se dio cuenta de que necesitaba alguien que le hiciera algunas fotos y, como ya había hecho cursos en Prodiseño, decidió inscribirse en la Federico Brandt para hacerlas él mismo.
Jesús siempre había tenido inclinaciones artísticas pero, confiesa entre risas, no era muy bueno en la pintura. Por eso, al descubrir que la fotografía era también un medio de expresión artístico, le fue gustando cada vez más. La decisión de ser fotógrafo no la tuvo que tomar conscientemente porque para graduarse en la Brandt tenía que hacer un trabajo final en el pueblito Aragueño de Chuao. Para Jesús, el encuentro con Chuao fue “amor a primera vista.” Allí realizó su primer ensayo de fotografía serio, Mujeres del cacao, que fue expuesto en Venezuela, Roma y Bélgica. También fue gracias a Chuao que llegó al tema en el que lleva diez años trabajando: las fiestas populares.
La mayoría de los fotógrafos tienen una búsqueda personal. A Jesús siempre le ha interesado lo humano, ver al hombre en su ambiente, lo que realmente es. Y qué mejor manera de encontrar al hombre que en las fiestas populares, que funden lo ritual, lo mágico, lo festivo, lo religioso y lo pagano; la máscara que oculta y revela a un tiempo. Por eso, Jesús prefiere, para acercarse al hombre, adentrarse en la fiesta popular venezolana y en lo que ésta tiene de exótico y desconocido para los habitantes de las grandes ciudades, quienes hemos perdido el contacto con estas tradiciones ancestrales.
La fotografía documental siempre tiene un valor testimonial y, en cierta forma, didáctico. Pero más que lo didáctico, a Jesús le interesa lo humano y también lo artístico-plástico, representado en los colores y el movimiento. Fue al comenzar a fotografiar las fiestas cuando Jesús se dio cuenta de la importancia del color en su trabajo, esto generó un fuerte giro de timón que lo hizo dejar de lado las fotos en blanco y negro o sepia para adentrarse en el mundo de los colores con el que ha trabajado los últimos diez años. Además, ante la profusión de movimiento presente en las danzas rituales y tradicionales, Jesús sintió la necesidad de registrarlo también, y por eso comenzó a imitarlo con la cámara a la hora de tomar las fotos. De esta manera, logró sacar la fotografía de su universo estático.
Como documentalista, Jesús aprecia la espontaneidad y comenta que su trabajo no está tocado por articulaciones externas; dice que trata de evitar que su figura, como fotógrafo, se cuele en la obra, por lo que ésta termina reflejando el momento sin pose ni preparación. Sin embargo, a pesar de ese gusto por lo espontaneo, Jesús no es de esos que llevan siempre su cámara encima esperando un momento especial, él nos cuenta que más bien es un fotógrafo que busca y se prepara.
Quizá por eso prefiere las fiestas, que tienen un lugar y una hora específicos para los que debe prepararse. Sólo de esta forma pudo fotografiar un momento que recuerda como uno de los mejores de su vida: en la fiesta de San Benito, en Mucuchíes, Mérida; el instante en que los 1500 trabuqueros hicieron fuego al oír la orden del capitán, creando la niebla de pólvora que da inicio a la fiesta.
Erika Roosen