Jesús Ochoa: “Como fotógrafo de bodas o eres barato o eres diferente”
Contrapunto11/12/2016 12:00:00 a. m.
Comunicador visual egresado de la escuela Pro-Diseño de Caracas en 1997 y atraído hacia la fotografía por las posibilidades y virtudes expresivas del documentalismo, es hoy, no obstante, uno de los más reconocidos fotógrafos de bodas venezolano
"Tomar fotos (mejor: tener el increíble privilegio de tomar fotos) es ´demasiado bueno para ser verdad´. Y del mismo modo es demasiado verdadero para ser bueno. Tomar fotos es siempre un acto de presunción y rebelión. En consecuencia, tomar fotos insufla la codicia y, con mucho menos frecuencia, la modestia (Es por esa razón que la actitud de jactancia es mucho más común en fotografía que la de humildad"). Son éstas palabras de Win Wenders, extraídas del texto "Tomar fotos...", que aparece en su libro Una vez (Once. D.A.P. E Schirmer/Mosel, 2001). Son palabras que vienen siempre a la memoria cuando escucho a algunos fotógrafos utilizar -por lo general en tono despectivo- el mote BBC para referirse a aquellos que cubren o hacen bodas. Cuando esto sucede pienso que se produce una tergiversación de lo que Wenders califica como "el increíble privilegio de tomar fotos" y se instaura "un acto de presunción" conservadora. Sé que en algunos casos la mofa es producto de una heredad cultural que se ha hecho inconsciente y que se emplea con ligereza sarcástica, pero no por ello dejo de preguntarme -sobre todo frente a aquellos casos que no son algunos, sino varios y conscientes- ¿cuánto de envidia se oculta tras el empleo del mote? Al fin y al cabo, como lo dice Ricardo Gómez Pérez*: "los únicos fotógrafos que viven en este momento bien son los que hacen bodas y bautizos".
Más allá de la realidad evidenciada por Gómez Pérez, por sobre el prejuicio que rodea a la fotografía de eventos sociales, bodas y bautizos, se levanta una constatación: aquellos que han abordado este tipo de fotografía como género autoral y no como mero ganapán, han impulsado su desarrollo y crecimiento a altos niveles de calidad técnica, estética y expresiva, al hacer de su "tomar fotos" un "acto de rebelión".
La presunción también cabalga del lado de la fotografía de bodas, es cierto (ya ha escrito Wenders que "la actitud de jactancia es mucho más común en fotografía que la de humildad" -aunque tampoco hay que fiarse mucho de este tremendismo), y por ello llegó a constituirse en algún momento de su historia en una especie de club de privilegiados, aunque quizás haya podido ser esto más una reacción de gueto. En cualquier caso, esto produjo un estancamiento de códigos y formas estéticas y técnicas, que se mantuvo hasta el cierre del Siglo XX. A principio del XXI la cosa comenzó a cambiar, el agotamiento de los códigos obligó a la renovación y animó la búsqueda y puesta en práctica de estilos y estéticas de otros ámbitos o géneros de la fotografía que aportaban elementos interesantes desde el punto de vista formal y expresivo, como el de la narratividad y el de la exploración antropológica. El mercado experimentó, entonces, su revolución, y ésta comenzó a ser liderada por aquellos fotógrafos que tenían al "tomar fotos" en la categoría de privilegio comunicacional. Terreno fértil, entonces, para muchos fotógrafos formados en el campo del fotoperiodismo, el ensayo fotográfico y el documentalismo.
Y es aquí donde entra nuestro entrevistado de hoy, Jesús Ochoa, comunicador visual egresado de la escuela Pro-Diseño de Caracas en 1997 y atraído hacia la fotografía por las posibilidades y virtudes expresivas del documentalismo. Su inicio firme como fotógrafo documental, que le otorga reconocimiento y espacio a partir de su extenso trabajo de registro de las fiestas populares venezolanas -de esto resultó la publicación Colores de Venezuela, que obtiene el Premio Nacional del Libro en 2010-, da un viraje inesperado -y vemos que también sorprendente- hacia el mundo de la fotografía de bodas, hace precisamente 6 años. Esta mudanza de norte u orientación fotográfica no afecta la consolidación de su éxito como fotógrafo, pues Ochoa, además de inscribirse sin dificultad en la tendencia que viene renovando el "tomar fotos" de bodas para recuperar su condición de "increíble privilegio", mantiene el nivel de calidad técnica y estética que ya había logrado dentro del documentalismo. No obstante, para algunos, Jesús Ochoa comete un pecado, se torna un fotógrafo BBC. Veamos hasta dónde le alcanzan, a favor o en contra, las palabras de Wenders.
–En 1997 realizas, en el pueblo de Chuao, el ensayo documental “Mujeres del cacao”, que recoge un proceso tradicional de recolección agrícola. Luego vienen trabajos como “Sonámbulos”, realizado en Europa, donde planteas la relación del hombre y su tránsito urbano, y además te dedicas durante 15 años a documentar las fiestas religiosas populares de Venezuela. Una trayectoria que te consolida como fotógrafo documental, a la que le das un vuelco en 2009 significativo –que puede ser juzgado por muchos como extraño–: te dedicas a la fotografía de bodas. ¿Qué sucedió? ¿Por qué asumir el riesgo de pasar de un género que ha dado tanto prestigio nacional e internacional a la fotografía venezolana, a otro que es visto como de orden menor?
–Sí, es verdad que el fotógrafo de bodas era visto como aquel de poca monta, el que se robaba los tequeños de la fiesta, que hacía un trabajo exclusivamente por dinero y no sabía nada de fotografía, pero eso ha cambiado en Venezuela e internacionalmente. Y mira, como casi todas las cosas en mi vida, mi ingreso al mundo de la fotografía fue fortuito, porque yo era diseñador gráfico. Me metí en la fotografía porque me gustaba y terminé siendo fotógrafo. Hice un trabajo bastante extenso sobre fiestas populares venezolanas, que marcó mucho mi carrera por el uso del color y por ser como un nuevo eslabón de la fotografía que documentó el período más contemporáneo de este tipo de fiestas. Eso terminó en varias exposiciones internacionales y en una publicación que fue Premio Nacional del Libro.
Y yo era feliz, estaba bien, trabajaba para varias fundaciones, pero de repente el trabajo empezó a decaer, empecé a trabajar menos, vi varios cambios en las instituciones para las que trabajaba, y en ese período un amigo, Marco Mancera, que es un fotógrafo de bodas bastante reconocido, me invitó a acompañarlo a trabajar en una boda como segunda cámara. Al principio pensé que estaba loco, pero me dijo: “Es que eso que tú haces, eso de documentar, de buscar la historia, se está aplicando a la fotografía de bodas en otras partes del mundo”. Entonces decidí ir a una boda con él, armado con una cámara y un 35 milímetros, y me gustó. Me gustó porque me di cuenta de que en el fondo aquello no era muy diferente de lo que hacía con las fiestas populares, porque al final la boda es un rito, sostengo que es el ritual urbano por excelencia, es una manifestación de amor, de fe.
Claro, hay fotógrafos que lo ven de otra manera, pero yo tengo un ojo documental y lo veo como un documento más. Así que me gustó y empecé a trabajar con Marco en varias bodas. Me fue muy bien. Yo hacía una especie de libro blanco y negro que entregaba a los novios, y empezó a gustar esa nueva tendencia. Un par de años después decidí emprender este camino solo, y sí, muchos amigos dijeron que me había perdido, pero la verdad es que yo sentía que todos los fines de semana lograba un ensayo documental diferente, y lo sentía muy similar a lo que hice con las fiestas populares.
–La fotografía de bodas es, no obstante, un género de tradición, que tiene un objetivo preciso: la captación de los momentos más importantes en una ceremonia nupcial. Y esto no parece dar muchas opciones a la creatividad o la innovación, al fin y al cabo, lo esencial es lograr documentar esos momentos claves de una boda, donde los novios son los protagonistas. ¿Cómo superar la tradición de los posados frontales, las sonrisas tipo selfie, las manos agarradas?
–Tienes razón en lo del género de tradición, la fotografía de bodas se ha hecho toda la vida. De hecho una de las significaciones de la fotografía es la de tener el recuerdo, conservar la memoria, el recuerdo del día, de tu familia, de tus momentos alegres, y eso sigue existiendo. Claro, resulta que yo estoy en una fiesta popular porque quiero y voy a documentar algo que es para mí.
En el caso de la boda estoy cubriendo algo que es para otra persona, aunque lo haga también para mí. Ahora, yo no pienso como fotógrafo de bodas, pienso como fotógrafo documental, o como un reportero, y así trabajo. No uso luces, ni flashes. Uso una cámara pequeña, una Fuji, un lente fijo, luz natural, y trabajo mucho el blanco y negro. Y lo más importante para mí es seguir una historia de la manera más genuina posible. Eso uno lo habla con el cliente antes de que me contrate. Siempre les digo: “Yo tomo todo lo que veo, después que te entregue todo, tú decides cómo te quieres ver en tus álbumes”. Para eso necesito y he logrado libertad cuando trabajo.
–Una libertad que se restringe, no obstante, a un contrato.
–Pero, ojo, eso es algo que han hecho otros fotógrafos. Casi todo el trabajo de Helmut Newton, por ejemplo, fue patrocinado por Harper's Bazaar. Muchos fotógrafos trabajaron para grandes revistas y grandes empresas, y lograron la manera de complacer al cliente y realizar su trabajo personal. Al final lo que logras es hacer un sello que te diferencia de los demás y la gente te contrata por eso. Y sí, evidentemente hay fotos que hay que hacer, y se hacen, pero igual uno va sacando de la boda fotos que son más autorales y otras que son más de la pareja o de la familia que contrata. Vas lidiando con eso todo el día y toda la carrera.
–Asumes cosas que pueden ser consideradas “pecado” en el mundo de la fotografía de bodas: trabajas con una cámara pequeña, no usas flash. Es decir, no eres aquél que se vende profesionalmente por el gran equipo, el gran aparataje de luces, un estrategia común en este tipo de mercado. ¿Cómo haces para convencer al cliente frente a la competencia tradicional?
–Es que tampoco me vendo como un fotógrafo de bodas, sino como un artista, como un fotógrafo autoral. Y cuando se contrata a un artista, se sabe que este hace las cosas de una manera particular. De hecho, cuando tú contratas a un fotógrafo documental para hacer un trabajo comercial, no le preguntas qué equipo usa. Él sabe lo que usa y por qué. La principal razón por la que yo uso cámaras pequeñas es porque necesito hacerme invisible en algunos momentos de la boda, y eso es muy complicado, además porque soy un tipo de 1 metro 90. Entonces necesito hacerme invisible para captar los momentos más naturales y genuinos sin entorpecer, por eso los equipos discretos, con lentes fijos que me permiten trabajar en condiciones de luz extremas.
Uso solo dos cámaras, una con un 35 mm y otra con un 85 mm. Nada de flash en este momento y me apoyo con algunas luces led para hacer fotos más formales, algunos retratos, o para ayudar a iluminar un poco la iglesia si lo necesito, pero podría hacer toda la boda con una cámara y un 35 mm. Además, cuando estás metido dentro del ambiente, puedes pasar como un invitado más que anda con una cámara.
Y depende también de la cultura del cliente, y uno ha tenido que educar al cliente. Yo he logrado trabajar para clientes que entienden lo que estoy haciendo, entienden de arte, de fotografía, compran fotos. Mis clientes me sorprenden, porque cada vez quieren menos fotos formales, posadas o armadas. Lo que buscan ahora es disfrutar su día, disfrutar su fiesta, y que yo documente todo lo que pasa.
–La mirada tradicional sobre la fotografía de bodas comienza a cambiar en la década de los noventa del siglo pasado. ¿Quién se aburrió primero: el público o el fotógrafo? ¿O sucede más bien que la inserción en el mundo de la fotografía de bodas de fotógrafos de otros géneros ha logrado educar la mirada del cliente?
–Sí, desde hace algunos años ha habido importantísimas asociaciones internacionales de fotógrafos de bodas que han marcado un cambio o una evolución en el género. Tal como conversábamos, la boda era antes como la chiquita de las artes, aquella donde el fotógrafo era de poca monta, con la cámara calzada con un flash, siete asistentes, ocho luces.
Eso ha cambiado muchísimo. Como dices, ha habido muchos fotógrafos que han pasado de un ámbito a otro. Jeff Ascough, por ejemplo, que es también reportero, está haciendo fotos documentales en blanco y negro espectaculares. Kevin Mullins, que también era reportero y es patrocinado por Fuji, está haciendo documentales en puro blanco y negro. Y han empezado a haber asociaciones que respaldan a esos fotógrafos: el ISPWP es una, la International Wedding Photojournalist Association es otra. Son asociaciones que apoyan al fotógrafo documental de bodas y que le enseñan al público que existe esa alternativa. Claro, este es un fotógrafo que logra ser menos comercial, pero bueno, en realidad yo no necesito muchas bodas al año, porque con que a 40 o 50 personas les guste lo que hago, estoy feliz, y eso es lo que he logrado. Y al final, lo que logra convencer a este tipo de cliente es que seas diferente. Como fotógrafo de bodas o eres barato o eres diferente.
–Y en Venezuela, ¿qué sucede en ese sentido, cómo se ha desarrollado esa diferencia?
–Cuando empecé a trabajar esto, creo que no había nada así en Venezuela. Yo era como el fotógrafo diferente, porque nadie pensaba como yo, nadie hacía las cosas como yo, entonces la gente comenzó a darse cuenta de que había algo diferente en el mercado, y de allí comenzó a surgir un movimiento de fotógrafos documentales de boda que poco a poco ha ido creciendo. Justamente el maestro Wilson Prada, que tú acabas de entrevistar*, estuvo con nosotros en el Segundo Salón Nacional de Fotografía de Boda y quedó impresionado con la calidad de los trabajos. Él decía que había una calidad autoral y documental impresionante, incluso que estábamos a la par de fotógrafos que se dedican al documental o al arte, porque el fotógrafo documental contemporáneo está volviendo a ir a pueblos, que eso ya lo hicieron todos los fotógrafos que ya conocemos, Sebastián Garrido, Alexis Peréz-Luna. Es decir, los fotógrafos documentales que he visto ahora están haciendo un revival de cosas que se hicieron atrás, pero hacer una boda al estilo documental no lo había hecho mucha gente, eso está como nuevo.
–Has dicho que el matrimonio es “la expresión más genuina de los ritos culturales urbanos”. Esa es una idea que parece construida para confrontar esa clasificación popular y un tanto burlona del fotógrafo BBC.
–Yo lo veo como algo genuino. Lo sentí así cuando pasé de documentar fiestas populares a documentar matrimonios. Sentí que había “muy poco cambio”. Evidentemente son otras cosas, otro tipo de gente, trabajas en la ciudad y no en un pueblo, la gente está bien vestida, pero el fondo, la raíz, es la misma, hay unas devociones allí, fe, momentos naturales, sentimientos encontrados. Pero sí, yo necesito estrategias para diferenciarme del fotógrafo BBC.
–Desde tu experiencia como fotógrafo documental y ahora de bodas, ¿qué ventaja le encuentras a la tecnología digital?
–Me gusta la tecnología, creo que plantea cosas nuevas, mejores maneras de trabajar, más rápidas, aunque siempre hay un límite, por eso creo que hacer cámaras más y más y más rápidas resulta algo exagerado. Yo no necesito cámaras tan rápidas, ni que enfoquen milimétricamente. Y es que yo siempre he sido un poco postmoderno, es decir, me gustan las cosas antiguas con toque moderno, por eso mi cámara es una que parece una rangefinder* vieja, pero toma ocho frames por segundo.
Hay cosas en la tecnología que me han ayudado mucho, el alto uso de ISOS es una mejora importante porque puedo trabajar prácticamente donde quiera. Mi cámara, por ejemplo, llega a 52 mil, y puedo trabajar tranquilo a 12 mil o 25 mil. Eso me permite no usar el flash. Por otro lado está la pantalla abatible, que me permite jugar con el plano. Pero el manejo de la cámara, su mecánica, es como el de una cámara clásica. El live view también es importante, porque ves el resultado de lo que estás tomando, es decir, la imagen final es muy similar a lo que vas a entregar. Así que con esto siempre ando como entre las dos aguas, con cosas vintage y con tecnología moderna.
Al final, en el trabajo que hago, todo el mundo tiene cámara, voy a un evento y todos tienen cámaras, celulares, pero el único capaz de hacer imágenes legendarias soy yo. Por eso el fotógrafo de bodas siguen manteniéndose, porque el único que tiene el ojo, o la intuición, o la sensibilidad para captar el momento que es, es el fotógrafo, no los 8 mil celulares o las 5 mil cámaras que hay alrededor.
–Si el desarrollo tecnológico posibilita importantes innovaciones para la fotografía en cuanto a formas y estilos, parece que también lo hace respecto al uso de recursos, y en ese sentido tenemos el caso del fotógrafo de bodas norteamericano Brian Adams, que trabaja en Orlando, Florida, quien ha realizado una boda completa -video incluido- con un iPhone. Así como en el resto de la fotografía, ¿crees que es ese el futuro de la fotografía de bodas? ¿Sucumbirá también ante el avasallador avance del desarrollo y perfeccionamiento tecnológico de la industria de los smartphones?
–He hecho fotos de boda con celular. Te cuento una anécdota: Hace como dos meses estaba haciendo una boda en Houston y al llegar a la recepción del hotel donde se estaba vistiendo la novia, con mis ínfulas de “Soy el fotógrafo de la novia y vengo a tomar las fotos”, recibí por respuesta un “Maravilloso, pero aquí no está permitido tomar fotos”. No se podían tomar fotos, era política del hotel, y para tener derecho a hacerlo había que pagar una suma exorbitante, así que me dijeron “Usted puede subir a la habitación, pero debe dejar el equipo abajo”. Entonces subí y lo único que llevaba era el iPhone. Dije “Nada, monocromo, todo lo que sea en blanco y negro funciona”, y todos los preparativos de la novia en esa boda están hechos con el iPhone. ¿Y cuántos iPhones habían en esa habitación? Por lo menos diez, pero el ojo lo tenía yo, que es al final lo que importa, el ojo del fotógrafo. Y precisamente esos momentos de la boda son para mí muy importantes, porque todo es íntimo, y logras captar sensaciones, y entender cómo funciona el núcleo familiar de la novia, y eso lo hice todo con iPhone.
No sé si al final lleguemos a sustituir las cámaras por los smartphones, pero eso me tiene sin cuidado. Ya yo pasé de Dsrl a mirrorless, que fue bastante complicado el cambio, entonces si paso a un iPhone… No lo sé, creo que al final la cámara es cámara y eso evidentemente es importante, pero yo particularmente puedo tomar fotos con lo que sea.
–La mayoría de los fotógrafos documentalistas y sobre todo los fotoperiodistas rechazan la edición fotográfica que se centra en la intervención y el retoque, cuando va más allá de nivelar luces y sombras, o dar mayor o menor contraste. Sin embargo, la edición en la fotografía de bodas parece ser más común y permisiva, al punto que muchos fotógrafos de boda, sobre todo en la era digital, se han hecho expertos en Photoshop. Al ser esto así, ¿dónde se establece el límite entre el registro documental y la venta de una fantasía?
–Yo edito poco y no uso Photoshop casi nunca, uso más Ligthroom. Con Photoshop empleo un action nuevo que se llama ying-yang, que no es más que un dutch and burn. Puedo usar ambos, pero no hago nada de lo que no haría en el laboratorio. De hecho disparo en jpg, no en raw, porque trabajo y pienso como reportero, como fotoperiodista. Hago imágenes en jpg y le ajusto contraste, brillo, luces, y eso sale así. Siempre trato de que la imagen sea lo más genuina posible. No uso filtros que sobre retoquen la foto. El único que debo usar a veces es el de suavizado de piel, para los familiares, porque, por ejemplo, la mamá lo pide siempre. Pero siempre le digo a la gente “Yo quiero que te veas como eres”. Además, esa estética porcelanística estuvo muy de moda durante los noventa, incluso en la publicidad, y eso ya no es así. Incluso mucha gente que ve mis fotos me pregunta “¿Tú no retocas?”. Y no, tú ves un trabajo mío y notas que la gente es la gente, puedo hacer un retoque pequeño, pero trato de ser lo más puro posible con las imágenes.
Mi workflow es muy parecido al de prensa, porque necesito la imagen rápido. Si hago una boda el fin de semana, el sábado, ya el domingo, desde la cámara, selecciono las fotos que me gustan más, las envío al teléfono, y el lunes le subo ese material a la novia directo de cámara. Lo que vi lo estoy mandando, sin ningún tipo de retoque, y eso se publica en las redes. Ya ahí todo el mundo está consumiendo las imágenes, sin retoques o con apenas aquellos básicos que te permite hacer el teléfono o la misma cámara. Soy fiel creyente de la imagen pura.
–En la entrevista que le hice al fotoperiodista Marco Bello*, este aseguró que “Los medios demandan que estés en capacidad de hacer contenido multimedia, que manejes audio, video y fotografía”. Pero esto parece ser mucho más demandado incluso en la fotografía social, en las bodas, los bautizos, las graduaciones. ¿Qué implica esto? Y lo pregunto porque al mismo tiempo Marco Bello apunta que aunque pareciera natural que el fotógrafo sepa manejar el video, no es así, pues son dinámicas y lenguajes diferentes.
–A nivel comercial tengo un ala de video, pero te puedo asegurar que llevo un año con la Fuji y no he hecho con ella ni un solo video. Ahorita, comercialmente hablando, todo el mundo está comprándose un dron y no sé qué cosa, y yo me estoy comprando una Polaroid refurbished, porque quiero hacer fotos con esta cámara y regalarle una a los novios en la boda. Ya esto lo hice con una Fuji Instax, pero quiero trabajar ahora con el formato cuadrado.
Todo eso depende, al final de cuentas, de cómo te mercadees o vendas tu trabajo, y creo que el fotógrafo, gracias a Dios, depende más de su ojo y de cómo maneje la boda, que de otras cosas. Como te digo, sí tengo un ala de video, con gente que la maneja, pero la tengo hace seis meses.
Yo he vivido hasta ahora haciendo bodas sin necesidad de ofrecer video, pero me atrevería a decir que el video en las bodas ha tenido una evolución similar a la fotografía. Hay gente que está saliendo de la Católica hoy, que estudiaron cine y se preguntan ¿Qué hago? ¿Trabajar en un medio? ¿En cuál? ¿En una productora? Te van a pagar malísimo. ¿Qué haces? Haces bodas con Francis Ford Coppola en la cabeza. Eso es lo que hago en el fondo: bodas con Cartier-Bresson en la cabeza. Más bien lo que le digo a mis clientes es que lograr hacer lo que hago es un trabajo muy grande, son horas de tomas de fotos, horas de edición, de selección de fotos, de contactos, de diseño gráfico, armar un libro, es muy complejo, y para llegar a eso en video también es mucho trabajo, así que prefiero que eso lo haga otra persona porque yo no lo sé hacer.
–Pero si manejas las redes sociales.
–Evidentemente. Las redes son muy importantes. Mi página web es una tacita de oro; se refresca dos veces al mes. En Instagram publico una foto diaria. Uso mucho el slideshow para mostrar la historia de la boda. Pero video no. Hay fotógrafos que lo han abarcado. Larry Towell hace presentaciones de sus fotografías con videos que él mismo hace. Robert Frank también lo hizo. Eso depende más de si al autor, al fotógrafo, le gusta hacerlo o no.
–El prestigioso fotógrafo documentalista Sebastião Salgado ha dicho recientemente que a la fotografía, tal y como la conocemos hasta ahora, le quedan poco más de 20 años, y sustenta esta apreciación en lo efímero de la fotografía digital. Asegura que la fotografía “se tiene que materializar, la tienes que imprimir, ver, tocar”. En este sentido parece que la tradición del albúm de fotos, aún muy presente en la fotografía de bodas, viene a ser la tabla de salvación. ¿Es así, o aquí también pasaremos a otra cosa distinta a la fotografía, según lo que apunta Salgado?
–Bueno, creo que nosotros también nos preguntamos lo mismo. Pero creo que de alguna manera el álbum, aunque yo no le digo álbum, le digo libro o historia, porque una cosa es hacer un álbum, que son fotos sueltas impresas, a lo que hago, que es un libro que cuenta la historia de unos novios y de una familia, que relata ese día. Entonces, de una manera u otra es un mini documental, un mini ensayo de una familia el día de la boda, y eso se torna un objeto de culto, el objeto de lujo importante que quieren tener y lo atesoran. Evidentemente por cuestiones de costos hay cada vez menos gente que hace álbumes, y yo creo que son como dos instancias, esa rápida donde le mandas las fotos a la novia por WhatsApp, las publicas en las redes, y bueno, todo el mundo sabe que se casó.
Esa es como la primera, pero está esa segunda, que es más profunda, cuando comienzas a hacer el álbum para la familia, y eso sigue teniendo importancia en este ámbito de la fotografía, y sí creo que de alguna manera es esa tabla de salvación. Sigue habiendo gente que quiere su foto impresa, eso es una maravilla. Y es que la fotografía de bodas arma o ataca una de las primeridades de la fotografía que es el recuerdo, tu recuerdo. La conservación de un momento feliz de tu vida es una primeridad de la fotografía. Después vinieron los artistas, pero antes estuvo el fotógrafo que te hacía el retrato, el que te enmarca toda tu vida y eso está muy ligado al print. En diciembre es una locura, todo el mundo me pide print, todos quieren regalar portaretratos, todos quieren verse en la foto. Es impresionante la cantidad de retratos que se imprimen aquí en el estudio.
–Entonces sí será la fotografía de bodas quien salve a la fotografía y contradiga a Salgado.
–No lo sé, ojalá logre salvarla. Wilson Prada hablaba hace dos años, en un simposio de fotografía de bodas, de la poca evolución que había tenido la fotografía de bodas durante todos los años. Creo que ha sido una de las charlas más importantes de mi vida, y allí Prada comenzó a hablar del portrait desde los inicios de la fotografía, hizo un recorrido por la fotografía contemporánea, en los 70, 80, 90, y la fotografía seguía con ese mismo portrait rígido, hasta llegar al 2000, cuando la fotografía de bodas empezó a meterse en otros ámbitos.
–Has dicho también que el color resulta un complemento perceptivo del fotógrafo. Sujetos a lo etimológico, esto quiere decir que usas el color porque tiene la propiedad de capturar por completo la realidad percibida, o de permitirte una observación más fiel de la realidad. No obstante, continúas empleando el blanco y negro en tu trabajo fotográfico de bodas. ¿Por qué? ¿Qué aporta el blanco y negro? ¿Cuándo emplear color y cuando blanco y negro?
–Uso el color de manera casi instintiva. Mi trabajo Colores de Venezuela fue muy conocido justamente por el manejo del color. Ahora, creo que el color no necesariamente te acerca más a la realidad, también te puede llevar a evocar sentimientos en la psiquis. No uso el color porque quiera acercarme más a la realidad, para mí es una vía para la evocación de sensaciones incluso estéticas.
Yo soy diseñador y el uso del color es para mi sumamente importante. Después de haber hecho Colores de Venezuela, cuando empiezo a hacer bodas, resurge el uso del blanco y negro, porque este te torna más evocativo el momento en que ocurre la fotografía y habla un poco más de contrastes y luces, lo que me parece que en una boda ocurre bastante. En ese sentido, soy muy instintivo y, cuando veo las cosas en blanco y negro, paso la cámara a blanco y negro y así tomo la foto, en jpg y en Across, que es la simulación de blanco y negro de la Fuji.
Es un poco como emular a ese fotógrafo que colocaba el rollo en la cámara: puse blanco y negro, y tomo en blanco y negro, no puedes echar para atrás. Para mí es una manera instintiva. Normalmente la parte de los preparativos, la iglesia, los veo en blanco y negro, pero aquí en Venezuela seguimos teniendo un clima maravilloso y cuando veo un cielo azul no lo pelo. Lo uso dependiendo de lo que sienta en el momento.
–Hay una especie de moda en el fotoperiodismo contemporáneo con el empleo del blanco y negro muy contrastado, el uso del viñeteo, el clarity, para intentar dar fuerza dramática a las situaciones fotografiadas, sin embargo tu camino al documentalismo se llenó de color. Aparte del tema, que quizás imponía el color, ¿qué otra razón te llevó a alejarte de esa moda contemporánea del alto contraste y de la tradición documentalista venezolana, que se extendió durante los 70, 80 y 90 en el terreno del blanco y negro?
–En mi caso el uso del color fue también instintivo. Cuando comencé a hacer el tema que conformó el trabajo Colores de Venezuela, estaba muy influenciado por Cristina García Rodero, quien en ese momento había expuesto en Venezuela, en el Bellas Artes, el trabajo "España oculta". Y anteriormente había expuesto Salgado. Dos grandes pilares de la fotografía documental contemporánea, que tuve la suerte de poder verlos en Caracas. Y entonces yo andaba buscando temas y dije “Esto que hace García Rodero lo quiero hacer en Venezuela”, y me embarqué a hacer las fiestas populares, como cualquier buen documentalista de la época, con mis rollitos en blanco y negro, y recuerdo que para una de las fiestas que hice, la de los Diablos Danzantes en Chuao, no sé por qué compré unos Kodak Gold en algún bar de mala muerte de Choroní.
Tenían allí varios meses, estaban como amarillitos pálidos, y compré como cinco y me fui a la fiesta. Empecé a hacer la fiesta en blanco y negro y, de repente, en algún momento, veo que el capitán de los Diablos Danzantes, Jesús Franco, que ya está muerto, sale solo y se voltea hacia la iglesia, y allí dije “Es que esto es en color”. Nuestra temperatura, el tema de la fe, de la tradición, es en color. Esa fuerza de la imagen es en color. Entonces instintivamente rebobiné el rollo en blanco y negro, creo que hasta lo velé, metí uno de color y trabajé con este un rato. Luego, cuando vi los resultados, descubrí que el color era un camino que funcionaba más y que marcaba una mayor diferencia. Desde allí comencé a caminar por ese sendero.
Pienso que al final es una cuestión de ojo. Hay ojos que funcionan en blanco y negro y otros que funcionan en color. Yo siempre le echo broma a Alexis Pérez-Luna*, porque él ve en blanco y negro, y puede hacer todo el color que quiera, pero mira en blanco y negro. No es ni siquiera una cuestión de estética, se trata de la mirada, por eso un fotógrafo como Alexis puede pasar al blanco y negro fotos que toma a color y funciona. Eso no pasa conmigo, si intento hacer eso la foto se aplana. Hay un tema de percepción de la escena, pero también de búsqueda, porque cuando veo un cielo azul, lo persigo, y eso implica trabajar a determinadas horas, por lo general más complicadas, en ese sentido el blanco y negro es un poco más noble, porque tienes un rango de latitud de horas más amplio.
–En un workshop con Larry Towell te atreviste a presentar tu trabajo de bodas como trabajo autoral, algo que fue, sin duda, arriesgado. ¿Qué sucedió? ¿Qué te dijo este particularísimo fotógrafo canadiense, miembro de la mítica agencia Magnum?
–Es que al final creo que la búsqueda de todo fotógrafo documental ha sido la de la imagen universal, y siempre me he preguntado si se puede llegar a lograr eso con fotos de boda, así que el año pasado, cuando tuve la oportunidad de hacer el workshop con Larry Towell, que ha sido otro de mis fotógrafos de cabecera, ante su solicitud de presentar un portafolio de 12 imágenes para evaluar, en vez de ir sobre seguro presentando imágenes de mi trabajo documental, preferí arriesgarme con fotografías de bodas, no sin algo de duda y con un poco de temple. Y la respuesta de Larry Towell es que las fotos de bodas que presenté sí podía ser considerado un trabajo autoral. Me habló de las sensaciones que lograba evocar el trabajo, de romper con el prurito hacia el trabajo pagado, porque grandes fotógrafos como Avedon, Ansel Adams, lograron hacer fotos autorales bajo encomienda. Y otra cosa importante fue que me puso el ejemplo de Martín Parr, quien sostiene que la clase media ha sido muy poco documentada, porque todo el mundo quiere documentar la miseria, la muerte, los pueblos típicos, los barrios, pero la clase media también debe ser documentada, porque también tiene problemas o cosas interesantes. Entonces le pareció que ese es un camino válido a seguir, la búsqueda de la imagen universal a través de una boda.
–¿Cuáles son tus influencias fotográficas directas?
–No sé si te lo puedo decir. Es que yo soy coleccionista de libros de fotografía. Pero bueno, en primera instancia Salgado y Rodero, porque además estuvieron aquí y tuve oportunidad de verlos, de conocerlos. Con Cristina fuimos a una cena y pude saber cómo piensa. Y cuando empecé a manejar el color cambié un poco el suiche, comencé a buscar otros fotógrafos, y allí llegó Alex Webb, por ejemplo, que para mí es el Cartier-Bresson moderno, que logra hacer miles de planos en la imagen con color. Miguel Rio Branco, me parece que el uso del color en él es impecable. Steve McCurry y su estética toda limpia ha influenciado también mi trabajo. Y de bodas está Jeff Ascough, un fotógrafo inglés que solo trabaja en blanco y negro, y ha logrado imágenes universales que cualquiera guindaría en la pared de su casa. Y Kevin Mullins, que también hace el mismo estilo de fotografía de boda documental en blanco y negro. Esos son los caminos que me gustaría seguir.
–¿Documentarías una boda que no fuera de clase media?
–Sí, sí, es un proyecto. Al final uno como documentalista lo que busca son historias, y hay muchos proyectos que están dándome vueltas en la cabeza: bodas del mismo género, bodas que no sean de clase media, bodas de Síndrome de Down. Estoy en la búsqueda de otras historias, porque es un tema universal y uno consigue muchas cosas en común entre toda la gente que se casa, porque en resumen la boda resulta el mismo evento para todos.
–Desde tu experiencia fotográfica, que como vemos ha pasado por el documentalismo, la fotografía corporativa y la de bodas, puedes decirnos ¿qué es la fotografía?
–Es una manera de entender la vida, de entender el entorno. Creo que entiendo mi entorno a través de una cámara. Siempre ha sido así. Yo he mutado de diferentes haceres fotográficos y me las he ingeniado para hacer lo que me gusta, pero creo que es porque al final entiendo la vida y el entorno a través de la cámara.
–¿Qué le dirías a los fotógrafos que en esta situación de crisis que atraviesa el país piensan en abrirse camino en el mundo de la fotografía de bodas, sabiendo que es, además, bastante competitivo?
–Hay que trabajar muchísimo. Ahorita hay muchos fotógrafos que están desertando de otras áreas y metiéndose al famoso BBC por causas económicas. Hubo una cosa que me dijo Marco Mancera cuando me metí a hacer bodas: “Si te vas a meter a hacer bodas, hazlo en serio”. Eso es lo que le diría a la gente que quiera meterse en esto: Hazlo en serio. No que sea un “mientras tanto”, un “mientras consigo otro trabajo”. Yo me metí a hacer bodas en serio, hice una página, hice un logo, invertí en publicidad, y dije “Ahora soy fotógrafo de bodas”, con todo y lo que eso conlleva. Y eso es lo que ha garantizado el éxito que he tenido, hacerlo en serio.
–Y dijiste “Ahora soy fotógrafo de bodas”, pero eso no significó desechar el pasado, ni dejar de mostrarlo. Veo que en tu página web, aunque las imágenes que abren son las de bodas, muestras por igual el trabajo documental de fiestas populares.
–Mira, me pasó que cuando tomé la decisión de hacer la página web mucha gente me dijo que hiciera dos: una de Jesús Ochoa bodas y otra Jesús Ochoa documental, pero no, porque soy el mismo fotógrafo, todo eso es mi trabajo fotográfico, lo componen tanto "Mujeres del Cacao" como las bodas. Eso soy, ahí no hay mentiras, es lo que he hecho durante mi vida como fotógrafo y tan válido es Colores de Venezuela como cualquiera boda retratada. Y además eso permite que la persona que va a contratarme se entere y diga “Oye, pero es que este tipo ha hecho libros y exposiciones”, y no sé si en algún momento me gane un premio nacional de fotografía por este trabajo y digan “Pero le vamos a dar el premio a un fotógrafo de bodas, ¿cómo hacemos?”. Pero para mí ese es todo mi universo fotográfico y es todo valedero, y no reniego de mi posición actual como fotógrafo, me encanta lo que estoy haciendo, y eso es importante también para quienes pretenden iniciarse en este ámbito, no sentirse apenado porque va a hacer bodas, porque lo tilden de BBC, no verse nunca como aminorado, todo lo contrario, se debe tener la convicción de la importancia de documentar los momentos más íntimos de la familia venezolana.
Por: Nelsón González Leal
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